Por Fernando G. Castolo, Cronista Oficial
Cuando ya estaban frente al Prelado los Postuladores de la Coronación y
los Tlayacanques del pueblo indígena, con fuerte voz el M. I. Canónigo don Luis
Radillo expresó el siguiente texto: "En nombre del Clero y de los fieles
de esta parroquia de Zapotlán el Grande, así como de la Mayordomía encargada de
las fiestas Josefinas en el presente año, solicitamos humildemente de V.
Excelencia Reverendísima, que tenga a bien proceder a la coronación canóniga de
la V. Imagen de San José".
El señor Arzobispo preguntó: "¿Tenéis el Breve Apostólico
respectivo?" Y los Postuladores respondieron: "Aquí lo presentamos a
V. Excelencia Reverendísima". Se entregó el Breve al señor Arzobispo,
quien ordenó le diera lectura el señor Cura don Adolfo Hernández.
"—Los rumores de que el señor Cura se puso enfermo y tuvo que salir
violentamente a Guadalajara, se confirmaron... pues... fue él... quien leyó el
Breve de su Santidad. Es un hombre joven y estaba bastante nervioso. Como
primero dio lectura al texto en latín, nos quedamos en ayunas, pero oíamos que
le temblaba la voz. Ya en español se equivocó varias veces y repetía las
palabras. Claro, todo aquello fue muy solemne, y él estaba frente a altísimas
personalidades..." (Arreola, Juan José: La feria, México, 1963, pp. 193).
Acto seguido, el señor Arzobispo bendijo las coronas y, enseguida, dio
inicio el trascendental acto de la coronación, al tiempo en que era entonado el
Canto de la Antífona: Ecce fidelis.
"… El Legado Apostólico, representante de su Santidad, coronó al
Niño Jesús. El Arzobispo de México a la Virgen María , y el Arzobispo de
Guadalajara a Señor San José. En ese momento todos los fieles estallaron en
vivas al Santo Patrono…" (Arreola, Juan José: La feria, México, 1963, pp.
188 y 189).
Enseguida, más cantos, una hermosa deprecación: Salve, Patriarca Santo
José; y, después, el Te Deum laudamus. Para continuar con la colocación de los
Báculos y Mitras de los Prelados sobre el altar y al pie de las Sagradas
Imágenes:
"—Lo más hermoso fue el final de la ceremonia, cuando todos los
prelados, por orden jerárquico, se levantaban de sus lujosos asientos y
depositaban humildemente sus mitras recamadas de piedras preciosas y sus
báculos de oro a los pies de Señor San José…" (Arreola, Juan José: La
feria, México, 1963, pp. 192).
Siguió el bello Himno de la Coronación que fue compuesto, ex profeso,
para el trascendental acto por el presbítero Alberto Contreras, previo concurso
que se efectuó, cuya estrofa coral versa de la siguiente manera:
"Ábranse pechos y labios, y en coro,
himnos de triunfo al Patriarca entonad,
pródigo Dios ha trazado en la historia
rutas de luz a la fiel Zapotlán."
Finalmente, se llevó a cabo la procesión de los Excelentísimos Prelados a
la Sacristía, donde procedieron a la firma del Acta de la Coronación, ante el
Notario Público de la Municipalidad, el licenciado Basilio Cardona.
El templo parroquial fue profusamente arreglado de acuerdo a los
criterios de la realeza europea, tanto en colores como en ornamentos especiales
para la ocasión, según lo refiere el padre Munguía en artículo periodístico:
"… nos referimos a las siete lámparas que penden de la parte alta de
la regia columnata o serie de columnas que sostienen el alcázar Josefino…
Estas lámparas… son una imitación de unas que existen en una vieja Catedral
europea de la época medieval.
La corona o coronas que van engastadas en cada curva de la regia arquería
de cantera de nuestra magna Iglesia son un simbolismo de la coronación, el
intento de hojas de laurel puestos en las mismas curvas son señal de triunfo,
por la fiesta en cuestión.
Los regios terciopelos en rojo, vetustos ya, nos hablan de púrpura, y los
escudos en ellas colocados, nos hablan de realeza, de reyes, de príncipes, etc…
Los dos clarines colocados en los capiteles de cada columna, son los
clarines de la fama, clarines de gloria en la Fiesta Magna de Sr. San José.
De cada clarín josefino penden distintas formas, a manera de estandartes
o banderas de las distintas naciones, conocidos también como gallardetes.
Cada gallardete… ostenta una cruz; son en conjunto las Cruces del
Cristianismo. Aparece en primer lugar la Cruz Franciscana. Siguen otras cruces,
entre ellas la Cruz Pontificia, la Cruz Visigoda, etc., etc…" (Munguía
Vázquez, Manuel de Jesús: "Gallardetes", en Vigía, no. 983, octubre 6
de 1957, pp. 3).
Además, las imágenes fueron regiamente revestidas de vistosas telas que
ostentaban exquisitos bordados en hilo de oro y en los colores autorizados para
la ocasión.