El programa llevado a cabo durante la
solemne ceremonia se conformó de la siguiente manera:
A las 9 horas se efectuó el solemne
ingreso de las Comisiones, Clero, Representaciones de los Cabildos y
Excelentísimos Prelados a la Iglesia Parroquial, cantándose el Responsorio Ecce
Sacerdos Magnus. Enseguida, Canto de Tercia e indumentación de los Prelados.
La ceremonia dio inicio con la breve
alocución que pronunció el Arzobispo Metropolitano acerca de la antigüedad,
veneración y prodigioso patrocinio de señor san José en su imagen de Zapotlán
El Grande, agradeciendo la asistencia de los Prelados.
A las 10:00 de la mañana, tal y como se
había programado, inició la Solemnísima Misa Pontifical, cuyo sermón, después
del Evangelio, estuvo a cargo del señor don Darío Miranda y Gómez, Obispo de
México, quien ocupó la Cátedra Sagrada y dirigió a la concurrencia elocuente y
propio panegírico sobre san José.
"—Lástima que no pueda yo
acordarme. Subió al púlpito un Monseñor muy viejito, que dijo... ora verán, a
ver si puedo acordarme: "Oh Zapotlán, Zapotlán el Grande, deja que yo
corra el velo de tu historia..." Algo así por el estilo. Ojalá y que
alguien pudiera acordarse de todo lo que dijo, porque conoce la historia desde
que vinieron los españoles. Nunca he oído un sermón tan bonito..."
(Arreola, Juan José: La feria, México, 1963, pp. 190).
Después de la participación del señor
Miranda y al término de la Pontifical, se procedió con la Bendición Papal.
Oportunamente se organizó, en la puerta
mayor de la Iglesia Parroquial, la procesión de las coronas (mismas que
salieron desde la casa de los mayordomos), las que, una vez dada la bendición
papal, comenzó a desfilar:
"—Los Caballeros de Colón y un gran
número de jóvenes severamente uniformados, se colocaron en dos filas a los
lados de la nave central… pasaron las tres andas de madera tallada, donde sobre
cojines de raso, resplandecían las coronas. Pasó primero la del Niño Jesús,
conducida por pequeñuelos. Luego la de la Virgen María, en manos de
distinguidas señoritas, y finalmente la de Señor San José, llevada por seis
representantes del pueblo, elegidos entre las mejores familias…" (Arreola,
Juan José: La feria, México, 1963, pp. 188).
Cerrando la procesión los Postuladores
de la Coronación que fueron previamente nombrados por el Arzobispo
Metropolitano, llevando el Breve Pontificio de la Coronación, en azafate de
plata, el niño Eduardo Arias uno de los hijos de los mayordomos. Cabe destacar
que cada corona iba acompañada, además, de sus respectivos padrinos.
Se colocaron las coronas del Niño y de
San José sobre el altar al lado de la Epístola y la de la Virgen al lado del
Evangelio.
"... En el diseño de las coronas,
que son verdaderas obras de arte, está prevista la incrustación de diversas
gemas, pero por ahora la mayoría de los engastes están vacíos. Como la
adquisición de piedras preciosas en el mercado resultará sumamente costosa,
hacemos desde aquí un llamado a las personas que posean joyas de valor para que
hagan donaciones. Y así, en vez de lucirlas en esta vida temporal, quedarán
allí resplandecientes, en las sagradas imágenes, para ejemplo y admiración de
futuras generaciones..." (Arreola, Juan José: La feria, México, 1963, pp.
157-158).
Las bellas coronas son obra del escultor
poblano José Ledezma Zavala, y se encuentran manufacturadas en oro de 18
quilates y en plata, material que fue costeado en su totalidad por los
respectivos Mayordomos de la Función, ya que el oro que fue recolectado por el
párroco de la ciudad, don Adolfo Hernández Hurtado, cuando fue presentado al
orfebre éste les comentó que no le servía, por lo que se tuvieron que comprar
los lingotes que se utilizarían en la manufactura, según previo diseño del
propio escultor, material que tuvo el entonces costo de 350 mil pesos.
"... En lo que se refiere a las
coronas de oro, han sido hechas por cuenta y riesgo del señor [... Arias...],
autor de la idea, con la promesa verbal del señor Cura de que la suma gastada,
que es muy cuantiosa, le será devuelta aquí..." (Arreola, Juan José: La
feria, México, 1963, pp. 170).
La corona de San José se encuentra
adornada con seis grabados, simétricamente dispuestos alrededor: una
inscripción alusiva al señor Cura don Adolfo Hernández y de los esposos Arias
Sánchez e hijos; el volcán en erupción; el templo parroquial; la Sagrada Familia;
el tránsito de San José y un campesino labrando la tierra. En otras partes
superiores están en bajorrelieve su Santidad Pío XII y el señor Arzobispo
Garibi Rivera.
Tiene junto a la cruz de remate una
perla negra. Tanto la corona de San José como la diadema de la Virgen tienen un
peso de 3.125 kilos, mientras que la del Niño Jesús, pesa 1.5 kilogramos.
Representan estas hermosas joyas uno de los símbolos más importantes,
iconográficamente hablando, del patrocinio de San José sobre su pueblo Zapotlán.